Cocina tradicional para las fiestas patrias

 

Carbonada estilo riojano como la hacía mi madre para las fiestas patrias


Ingredientes para 6 porciones (abundantes)

- 500 g de orejones de durazno cortados en cuartos

- 1 kilo de carne sin hueso cortada en cubos

- 1 kilo de batata cortada en cubos

- 500 g de zanahoria cortada en ruedas

- 1.2 kilos de papas cortadas en cubos

- 700 g de choclo en ruedas

- 1 kilo de cebolla cortada en pluma

- 1 morrón cortado en cubos

- 1.2 kilos de calabaza cortada en cubos, o bien zapallo (lo prefiero)

- 1 pocillo de aceite

- Sal y pimienta

- 100 g de azúcar

- Caldo de verdura y de carne, cantidad necesaria

-1 pan de campo 0 medio zapallo cocido al horno (sin las semillas)

 

Preparación 

1. En una olla grande (mejor cazuela de barro) con el aceite caliente, sellar la carne por todos sus lados.

2. Agregar la cebolla, la zanahoria y el morrón. Salpimentar.

3. Sumar ambos caldos calientes hasta cubrir la preparación.

4. Dejar cocinar hasta que la carne esté tierna.

5. Agregar los vegetales por orden de dureza: primero, los cubitos de papa. A los 5 minutos, añadir la batata y luego la calabaza o el zapallo.

6. Añadir el azúcar y seguir cociendo a fuego bajo.

7. Cuando falten unos 5 minutos para que estén las hortalizas, sumar los choclos y los orejones. Guisar diez a 15 minutos.

8. Ahuecar el pan de campo y verter el guiso; o colocar en el jhueco del zapallo. Una opción ma´s sencilla es servir en cazuelitas de barro.

Comparto una poesía de hace muchos años

Encuentros

Hay una suerte de delicadeza en estos años.

Hay una suerte de amor que no se explica.

Y hubo un suspiro.

Y un café.

Y una mirada de futuro

que no se explica.

 

Y más allá del murmullo del mundo

las miradas no se detienen.

No se explican.

Y se quedan.

 

Ivo Kravic

Café Tortoni, 3 de marzo de 1984


Carta de amor

 

Fragmento de una carta de amor guardada hace 40 años

Sé que hay cosas que voy a superar. Sin embargo, una parte del mal estriba en que veo la calle con resentimiento, como si estuviera “cercado”.

Te quiero mucho y si es posible, aunque te cueste, escribime. Sigo pensando que el epistolario es un género perverso y que prefiero ser breve, para que te cuente todo con un café de por medio. Me alegra que descanses allí, espero que de todos los problemas que te esperan en Buenos Aires, yo no esté en el “stock”, pero hay cosas lindas aquí ¿no es cierto?

Espero que estés bien de salud y cuídate. Muchos deseos de abrazarte y de besarte. Te espero, siempre.

Ivo

PD Contá con un poco de viento, de mi parte, para la torta, o para cualquier otra cosa que signifique tu año nuevo, y con mi presencia inevitable, que lleva el  siguiente pensamiento : “no se puede estar tranquila ni el día de mi cumpleaños”.  Cariños de tu madre.

 

(octubre de 1984)

 

Comparto hermosa canciòn española

 

Flor de Té

 

Flor de té es una linda zagala

que hace poco a estos campos llegó.

Nadie sabe de dónde ha venido

ni cuál es su nombre ni dónde nació.

La acompaña un gentil zagalillo

que  le ofrece su amor y su fe

y por eso lo sabe la gente que dice al nombrarla

Flor de Té, Flor de Té.

 

Y así cuentan que dice el pastor

al pintar a la niña su amor.

Flor de Té, Flor de Té

no desdeñes mi amor,

pues contigo es la vida un encanto

y sin ti es un dolor,

No te alejes de mí,

que vivir no podré

y al faltarme la luz de tus ojos,

moriré, moriré.

 

La otra tarde el señor del Castillo

que  de caza a estos montes salió,

al volver del camino un recodo

y ver a la niña prendado quedó.

Y al pedir a la hermosa su nombre

ella dijo “señor no lo sé,

y el zagal que es mi fiel compañero

me dice al nombrarme Flor de Té, Flor de Té.

Y así cuentan que dijo el señor

al pedir a la niña su amor:

Flor de Té, Flor de Té,

rostro igual nunca vi,

por ver solo tus ojos divinos

diera el reino por ti.

De hoy en más sin tu amor

yo vivir no podré

y te ofrezco riqueza y honores

Flor de Té, Flor de Té.

 

Desde entonces ya nadie a la niña

por aquellas montañas la vio

y aseguran que allá en el castillo

de reina y señora un trono encontró.

Hay quien dice que al pie de los muros

por las noches vagando se ve

al zagal que en su inmensa amargura

así va exclamando: Flor de Té, Flor de Té.

Flor de Té, Flor de Té

¿por qué huiste de mí?

si contigo es la vida un encanto,

sin ti voy a morir.

Pobre ciego de amor,

que en tinieblas quedé,

y al faltarme la luz de tus ojos

moriré, moriré.

 

 

Versión c. 1970, entregada por la Prof. María Isidora Santiago.,

 

 

 

 

 

 

 

Evocación de María Wernicke

 

Evocación de María Wernicke

Revisando viejos papeles, encontré una hoja escrita a máquina de las antiguas, con un poema de María Wernicke. Ella era oriunda de Buenos Aires, pero en 1958 se radicó en Mar del Plata, donde murió en el 2013, dato del cual me enteré mucho más tarde.  La conocí allí, en la década del ’70, cuando ella publicaba sus primeros e importantes libros de poesía (Los poemas del último año en 1970, y Figuras en 1972) Buenos) y he llegado a bailar alguno de sus poemas, en su presencia y la de otros escritores locales cuyas poesías bailaba siguiendo el ritmo del propio texto en off y sin música. Lo hice en varios lugares, tal vez el más simpático fue el Torreón y además en salas de casas particulares, con un espacio destinado a los pocos espectadores, todos del ámbito literario.  La relectura de esta poesía me trajo a la memoria una época de florecimiento literario marplatense que pude disfrutar y acompañar, la mayoría de cuyos actores ya no está con nosotros. Pero perdura el arte y el recuerdo.  Les comparto entonces esta hermosa poesía.

Las madres, el mar

Madres de ancha hermosura

bajan hasta la playa

llevando el largo río de sus niños descalzos.

 

Vienen desde el amor y la pobreza

y en los vestidos tienen esas pálidas flores

que los días trabajan.

 

Adónde van los barcos

les preguntan los hijos,

que siempre imaginaron unos barcos tan altos

como árboles quietos en los campos del agua.

 

Pero sus madres oyen otras voces distintas

y erigen en la arena una puerta invisible.

 

Por una vez el cielo es un patio de siesta

una mujer sentada que descansa en las manos.

 

Porque hermosa es la casa del que todo lo hizo

y porque todo está, ya tejido y lavado.

 

María Wernicke

 

 

 

 

Reseña a M. Rosa Fernández Lemoine

 

María Rosa Fernández Lemoine, Se vive nomás, Buenos Aires, Lemoine ediciones, 2023, 191 pp.

María Rosa Fernández Lemoine es abogada, especialista en Mediación, tema en el cual es pionera en Argentinas, y autora de numerosos trabajos jurídicos. Su interés por lo literario ha encontrado un lugar en su tiempo y este libro recoge al menos parte de su producción como ensayista y cuentistas. Se trata de medio centenar (exactamente son 50) de textos breves, la mayoría son relatos, aunque  incluye cartas de su madre, muy interesantes pues  ella es otra pionera argentina, en la especialidad del psicoanálisis. La motivación de escribir y publicar esta miscelánea puede hallarse en el fragmento poético de Jorge Luis Borges que se coloca como post-caratula:

“Todo lo que nos sucede,

Incluso nuestras humillaciones,

nuestras desgracias, nuestras vergüenzas,

todo nos es dado como materia prima,

como barro, para que podamos

dar forma a nuestro arte”

Y la autora, con una larga experiencia profesional de las diversas desgracias humanas que se ventilan en los tribunales, ha tomado materia para plasmar los breves relatos que componen esta obra, cuyo título aparece en el último renglón del quincuagésimo relato: el protagonista llega a conocer a una anciana dama, Margarita, que tiene una vida llena de azarosas circunstancias viviendo en medios agreste, enfrentada a tigres y demás alimañas, durante más de cien años, y le pregunta cómo hizo para vivir tanto tiempo.  Ella le contesta: “¿Sabe m’hijo? Se vivé nomás”. Aunque en su conjunto el relato sea ficcional, seguramente la frase es real y de hecho tal vez la hayamos oído en boca de seres sencillos, para quienes la vida es un “ir viviendo” y enfrentando sin dramatismos los azares del destino.

Todos los relatos son interesantes, y se caracterizan por el estilo de escritura escuela y finales imprevistos. Teniendo que escoger algunos, me decantaría por los que hacen referencia al sueño y a la luz, incluso en su título (en todos los casos los títulos adelantan lo esencial del contenido).  “El sueño” es un brevísimo monólogo (página y media) es como un manifiesto del sueño polivalente, una ferocidad cuyo “sueño” es soñar y ser soñado y del temor a no ser nunca solado. “Suelo soñado”, aún más breve (una página) y relata las impresiones de un asistente a una fiesta de cumpleaños de una anciana, cuya edad, seguramente más de 80 años, nunca se supo porque nunca la dijo. Y el relator (o más posiblemente la relatoría, la propia autora) reflexiona, finalizando: “Ya no pretendo más recuerdos, siento que hoy es mi tiempo, un tiempo en este sueño soñado. Y como en ese recuerdo vívido en la memoria levantamos las copas soñando el sueño de aquel cumpleaños sin años” (p. 87). En ambos casos la referencia calderoniana de que “toda la vida es un sueño y los sueños, sueños son” empalma muy bien con la tónica del último relato, mostrando una cierta indiferencia en recrear detalles, dejando más bien correr el río de la existencia.

“Espacios de luz y sombra”, dedicado a su nieto Pedro, también de página y media relata un breve diálogo de la autora (o el autor) con un niño (que podría ser el nieto) en una plaza, donde el chico jugaba imitando cantar con un micrófono. Al preguntarle si imitaba a alguien, responde afirmativamente; a Fredy Mercury, líder de una banda de rock, muerto hace muchos años, situación que, en ese atardecer e sentada en el banco de una plaza mientras sale la luna, que jugaba y vivía con su imaginario micrófono, como si fuera la cara oculta de la luna que intentamos atisbar.

“Esa luz”, casi al final del libro, y de una página más cuatro renglones, a la inversa del anterior, se ubica en una tarde fría, detrás de un ventanal por donde pasa el sol tibio mientras se degusta un café recién hecho, y se inspira en la luz solar (no de la luna, como en el otro relato) que la “inundan y desafían”: “Esa luz reclama silencio, contemplación. Una luz que pide apaciguar las pasiones y en su tibieza abre espacios para la conciliación y el perón, ‘desde la desnudez más radical que la del cuerpo’ [palabras de Santiago Kovadlof]” (p,. 175).

La autora del “Prólogo”, María del Mar Estrella, señala acertadamente que, con el paso de los años, recuerdos dormidos van emergiendo del rincón de la conciencia donde estaban y toman forma. Así se gesta una obra como está. Su sentido queda expresado en las palabras finales “Se vive nomás”. Y nos confirma: “La autora reivindica la vida en todas sus manifestaciones y en toda su humanidad, a veces contradictoria pero esperanzadora” (p. 13) Coincido con la prologuista en que María Rosa tiene una vasta experiencia en lo personal, lo profesional y lo literario, que se vuelca en relatos que retoman esas vivencias despertadas y las convierten en un texto literario. Un libro que merece ser leído. Todos podemos reconocernos en algunos de los trechos del relato.

 Celina Hurtado