Día del padre

 

Un texto de Ivo Kravic sobre su padre, en recuerdo de todos los padres

Boceto de mi padre

Tres muertes lamenté profundamente: mi padre, una gata llamada Belcha y Borges.

Los tres desearon el olvido por caminos diferentes.

En el dolor de la agonía o en la obligada perspectiva de la resurrección, o en la forma que se le antoje al universo. Solo los que han vivido sienten un cansancio metafísico que abarca sus rubros más diversos.

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Hoy ya no hay razón para recriminárselo a Dios. Si se hubiese presentado en los días de mi niñez, vaya y pase. Le hubiese dicho: el infierno está ahí abajo, entre cuatro paredes, con tres mujeres solas a quien nunca en verdad quise, ni comprendí, ni entendí qué buscaban de la vida. Peleando la ausencia de mi padre del que recuerdo muy poco.

Un beso en sus mejillas frías, al ser levantado hasta su féretro.

- Besá por última vez a tu padre. Besalo

Las mejillas frías.

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Recuerdo muy poco de él; hubo un par de fotos que ahora no tengo entre mis manos; un vacío que deberé explicar más adelante y que justifican estas líneas. Por otra parte, de tenerlas, hay una vaga certeza de que hubiese sido difícil desentrañar algo más de lo que ellas puedan decir por sí solas.

En la primera está en compañía de un capitán y un subalterno Su uniforme de jefe de máquinas era azul. No era difícil para mi madre verlo llegar de lejos. El color ideal para recomponer una clave.

En la otra aparece su barco semihundido por la fuerza del río; de proa a popa, cubierto por las aguas. Como correspondía, fue uno de los últimos en abandonarlo.

He podido imaginarte con todos, recostado de cara a ese sol luchado por la bruma y la espuma.

Con un poco de temor de que tu corazón no llegara a puerto, ni que pudieras bajar del tren en el km cuarenta, ahora pavimentado y apodado por los tres chanchitos “La caldera del diablo”, trayendo caracoles gigantescos, sombreros que cubrían el sol, estrellas, cacharros de todo tipo, clavos herrumbrados. El barco permaneció a flote y tu destino es estar entre estas cuatro paredes de muerte. Tus manos petrificadas como un caracol que se quedó sin mar.

 

Ivo Kravic, Biografía Anónima, Bs. As, Fundarte 2000, 2016, pp. 86-88

Cocina histórica- Sopas para empezar el invierno

 

Sopas para empezar el invierno

Dentro de unos días comenzamos el invierno y apetecen los platos bien calientes. La sopa es uno de los más tradicionales y era infaltable en otros tiempos. Sería bueno volver a esa tradición de empezar la comida con una buena sopa, sencilla y sustanciosa.

Revisando nuestro recetario de cocina antigua, les pudo ofrecer cuatro recetas, extraídas de dos obras del siglo XIX: la obra de Juana Manuela Gorriti, con recetas del Cono Sur y de la cocina criolla de Tulio Febres Cordero, que recopila antiguas recetas venezolanas.

¡Anímense a prepararlas, son sencillas y muy ricas!

Celina Hurtado


Sopa de gallina con alverjas

Se cuece la gallina con muy poca sal, apio y un diente de ajo, hasta que esté blanda. Se muelen juntos, perejil, hojas de lechuga y alverjas crudas. Se ponen en una cacerola dos onzas de mantequilla y dos cucharadas de harina, se las hace fundir al fuego revolviéndoles y se les echa la verdura dándoles un reposo de diez minutos al rescoldo. Enseguida se vierte encima el caldo de gallina, y se deja hervir. Debe quedar un poco espesa. Se cuela en la sopera, sobre pedacitos de pan fritos en manteca y las presas de la gallina.

Susana Ugarriza de Castila

(Buenos Aires)

La Cocina ecléctica, p. 35

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Sopa salteña

Se cortan rebanadas muy delgadas de pan frío, se las tuesta en la parilla; se las coloca por capas en una sartén esmaltada de porcelana. Sobre cada capa de pan, se echa otra de lonjitas de queso fresco, o de Gruyère rallado, y rebanadas de chorizo frito.

Sobre cada una de las capas se verterán dos cucharadas –cuchara de cocina–  de caldo sazonado con una salsa de cebollas, picadas muy menudo, un diente de ajo molido, y pimienta ídem.

Cuando se haya llenado con estas capas la cacerola, se la cubre con una capa de queso rallado y rebanadas de chorizo frito. Se la pone a cocer a fuego lento, cubierta con su tapadera.

Un momento antes de servirla, se quiebran encima tantos huevos como personas sean de mesa. Y cocidos los huevos, se sirve en la misma cacerola, colocada en una bandeja, y ornados sus bordes con ramas de perejil.

Casiana Castro de Uriburo

 (Salta)

La Cocina ecléctica, pp. 29-30

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Sopa de plátano verde

Se corta el plátano en ruedas, que se fríen en manteca, se majan un poco, pero de modo que queden enteras, y se ponen en caldo hirviendo guisado con huevo batido y queso desmenuzado, dejándolas en el fuego hasta que se conserven.

El plátano debe estar hecho y fresco; puede prepararse también asado y machacado, en vez de frito.

Cocina Criolla, p. 20.

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 Sopa de plátano pintón

 Partido el pintón en ruedas gruesecitas, se fríen estas en manteca, se ralla un poco de queso, se mezcla con huevo batido, se envuelven las ruedas y se vuelven a freír; y así preparadas, se ponen al fuego en poco caldo con salsa.

 Cocina Criolla, p. 20.