Poesía argentina en Semana Santa

 

DOS SONETOS PARA EL VIERNES SANTO

 De poetas argentinos contemporáneos

Texto del Evangelio según Mateo

 

Enrique González Trillo 

La mañana del Viernes Santo

Los que prendieron a Jesús, lo llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos. Pedro lo iba siguiendo de lejos, hasta el palacio del Sumo Sacerdote; y entrando se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello.

Preso lo llevan para ser juzgado

por implacable tribunal que alienta

con odio vil una injusticia cruenta

y es de inicuos delitos acusado.

 

Su virtud para ellos es pecado,

y la humildad que en su grandeza ostenta

los mueve a herirlo con indigna afrenta,

como han de abrir más tarde su costado.

 

Y Él bebe, el alma triste hasta la muerte,

su amargo cáliz, y su llanto vierte,

pero su fe vence al dolor y al ansia.

 

No es de este mundo el reino prometido,

y al sanedrín responde, sin jactancia,

que es el Hijo de Dios, y es el Ungido.

 

 

*

 

Rosa María Sobrón,

 Soneto en Viernes Santo

 Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús dentro del pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Lo desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña...

Y después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y lo llevaron a ser crucificado.


No la madera simple ni la espina

No tan sólo la Sangre y el lamento

No sólo la cabeza que se inclina

No la sombra en la tierra y en el viento

 

No el lánguido fervor del sentimiento

ni tampoco el dolor que me ilumina

No el reproche del sol, que ya presiento.

Ni tampoco el clamor que se adivina

 

Una fuerza de adentro me convoca

al Misterio de Muerte. Y es la Roca

perdurable perfil de mi semana,

 

cuando entiendo que el fin de Su Agonía,

no es morirse de a poco sólo un día

sino resucitar cada mañana.

 

*

 

 

La mujer y la naturaleza

 

La mujer y el cuidado de la naturaleza

 Celina Hurtado

 Se ha dicho reiteradas veces, a lo largo del tiempo, que la mujer tiene  una sensibilidad especial para el cuidado de la vida, no sólo como madre, sino también como maestra, enfermera, acompañante, psicóloga, psicopedagoga…

 No extraña entonces que desde los ámbitos reflexivos feministas se haya llamado la atención sobre el papel que ha cumplido la mujer, durante siglos o milenios, en el cuidado de la naturaleza. Desde su trabajo como agricultora, artesana, sacerdotisa, la mujer ha cuidado el equilibrio del entorno, y ha sido sensible a los ritmos naturales, del día y la noche, de las estaciones, de la siembra y la cosecha, y ha custodiado los lugares sagrados vinculados a la naturaleza.  La actual corriente del ecofeminismo recoge toda esta larga tradición y le da forma teórica, enunciando algunos principios que en realidad no son nuevos, sólo lo son en su redacción. Al contrario, reflejan el sentir de sociedades más equilibradas y más amigables con la naturaleza que las nuestras actuales.

 En una apretada síntesis, el ecofeminismo es un mix entre el feminismo antipatriarcal anterior y la ecología profunda (Deep ecology). Sus postulados teóricos pueden ser nucleados en tres grandes ejes.

 1) El desplazamiento de la “madre tierra”. El ascenso del punto de vista androcéntrico y patriarcal ha desplazado la reverencia a la tierra como “madre” y dadora de vida (personificada en diversas diosas de la antigüedad desde el paleolítico inferior). Se ha señalado al respecto el papel legitimador de dos mitos muy arraigados en la cultura occidental: el mito hebreo del paraíso perdido (el relato de la caída en el Génesis) y el mito griego de la “edad de oro” (anterior al robo del fuego y la apertura de la “caja de Pandora”). En ambos se sugiere la existencia de una edad idílica, más o menos identificada con la época paleolítica inferior de las sociedades recolectoras, en que el hombre no tenía más que recoger los frutos que la naturaleza le ofrecía, cual madre bondadosa, época que terminó con el surgimiento de las primeras civilizaciones urbanas y del patriarcado. Algunos ecofeministas, sin embargo, señalan  el peligro de asumir la idea de una “naturaleza originalmente paradisíaca”, provocando intentos  infructuosos de una vuelta imposible. Pero en cambio es común a todos la denuncia de que estos mitos legitimaron la “culpa” de la mujer por la pérdida de la idílica situación originaria, justificando el estado de sometimiento –tanto de ella como de la naturaleza– al poder transformador masculino. La desacralización de la tierra, así como la marginación de sus sacerdotisas, produjeron un cambio en la percepción de la naturaleza, y un modelo de acción de tipo depredatorio y explotador.

La forma más consensuada de superación es la adopció de la “hipótesis Gaia” propuesta por los biólogos planetaristas James Lovelock y Lynn Margulis, según los cuales la tierra no es una roca muerta cuyas condiciones  químicas permiten a las plantas y los animales vivir en su superficie, sino que el planeta Tierra, como un todo, incluyendo sus mares, suelos y atmósfera, opera como un sistema orgánico de retroalimentación biológica. Entender la evolución de la tierra y la sustentabilidad ecológica, es entender este sistema total de la Tierra como un todo orgánico viviente en acción autobalanceada consigo mismo.

2) La victoria de los “dioses uránicos”. El cuidado del ciclo vital de hombres, animales y plantas, propio de las mujeres en las culturas antiguas, ha sido reemplazado por otras ideas personificadas en los dioses uránicos (la guerra, la conquista, la recompensa individualista en ésta o en otra vida, etc.). Si bien éste es un punto interesante, las investigaciones históricas y antropológicas están sólo en los comienzos. Un tema de análisis en la agenda es el estudio del apuntalamiento socioeconómico de la identificación de la mujer con la naturaleza, de tal modo que la “colonización” de una simboliza la otra en forma recíproca. Algunas economistas del Tercer Mundo, como Vandana Shiva en la India, han comenzado a investigar, detectar y exhibir relaciones concretas entre el simbolismo de la mujer como naturaleza y los roles concretos de las mujeres, reducidas a las labores agrícolas y domésticas. Autoras del Primer Mundo, como Rosemary Radford Ruether, consideran esencial no detenerse  en las conexiones simbólicas sino que es preciso detallar estos nexos socio-económicos, condición necesaria para pensar alternativas que realmente transformen la cultura de depredación.

3) El ejercicio del “poder sobre”. El cambio cultual apuntado en los dos puntos anteriores a determinado un modo de relacionarse con el otro (hombres o seres naturales) en términos de dominación o de “poder sobre”, relación predominante en las relación actuales y que el ecofeminismo propone reemplazar por relaciones de “poder con” y de “poder entre”, es decir, por formas de solidaridad.

Ecofeminismo latinoamericano

Aunque el ecofeminismo, como dirección dentro de la ecofilosofìa, tiene una aspiración universalista; como ésta misma a través de sus principales exponentes que tuvieron en cuenta situaciones concretas, se orientó desde sus comienzos en el mismo sentido que el feminismo, en cuanto a relacionarse con algunos movimientos de ideas con los cuales tenían puntos de interés teórico y práctico en común. En América Latina sobre todo a corrientes anteriores y ya arraigadas: la filosofía y la teología de la liberación. Ello se debe fundamentalmente a que el feminismo latinoamericano, a su vez, se ha vinculado estrechamente a estas corrientes y sus temas se han conjugado alrededor de cuestiones relativas a la praxis concreta de liberación.

En líneas generales, el ecofeminismo latinoamericano asume los puntos teóricos y programáticos básicos del ecofeminismo del Norte, ya señalados, asumiendo que la dominación de la naturaleza y de la mujer son paralelas y que no revertirán aisladamente. Este es, por lo tanto, el supuesto básico del ecofeminismo latinoamericano En la construcción de este ecofeminismo ñatinaomericano debemos mencionar los nombres de Judith Ress, Ivone Gebara, Coca Trillini, Alcira Agreda, Gladys Parentelli, entre otras.

 Aunque con matices personales, podría decirse que el ecofeminismo latinoamericano presenta los siguientes postulados básicos:

 1º. Retorno a las cosmovisiones autóctonas, en general ctónicas, yendo más allá de las cosmovisiones heredadas de la colonización y proponiendo una mueva ética  para pensar tanto las relaciones humanas entre sí, como las de los hombres con los seres no humanos.

 2º. El ecofeminismo como praxis de liberación, no sólo de las mujeres, como es la propuesta del feminismo general, sino de toda la humanidad y de todos los seres viviente que comparten esta “casa común” que es la tierra.

 lgunas obras básicas de ecofeminismo

María José Agra Romero (comp.) Ecología y feminismo, Granada, 1998

María Mies y Vandana Shiva, Ecofeminismo. Teoría, crítica y perspectivas, trad. del inglés Mireia Bofill (caps. 1-5), Eduardo Iriarte (caps. 6 y 10) y Marta Pérez Sánchez (caps. 7-9)  Barcelona, Icaria Ed. 1997

Carmen Nuévalos, Vicente Bellver (coord.) Una mirada diferente. La mujer y la conservación del medio ambiente, Valencia, Edetania Ediciones, 1999

Hugo Saúl Ramírez García, Biotecnología y ecofeminismo. Un estudio de contexto, riesgos y alternativas, Valencia, 2012