Espectáculo de Ricardo Ale en el Fray Mocho

 

Ricardo Ale y su unipersonal coreográfico

 En el Teatro Fray Mocho de C.A.B.A., los domingos de diciembre a las 19 h se presenta un muy interesante espectáculo. Ricardo Ale ofrece el unipersonal Verde memoria sobre dos cuentos de Haroldo Conti: “Balada del álamo carolina” y “El último”, de similar duración, pero de estilos y propuestas literarias muy diferentes. En cualquiera de los dos casos, no fáciles de representar. La puesta en escena y dirección corresponde a Ernesto Michel, con la asistencia de Elena Barrientos. El ojo experto de Michel le permite calibrar todas las posibilidades escénicas de Ricardo, cuya trayectoria dancística es de todos conocida: bailarín (ahora jubilado) del Teatro Colón, con el bagaje de todos los papeles famosos del ballet clásico, se dedicó también ampliamente a la danza contemporánea como coreógrafo e intérprete, con el recordado dúo “Los RANZ”. En Fundarte, muy agradecidos, hemos contado siempre con su colaboración artística gratuita, tanto como con su apoyo personal.

El espectáculo es denso y mantiene la atención en todo momento, a través de 55 minutos sin ningún corte, estando él siempre en escena. Comienza con la historia del álamo, un texto poético, difícil no solo de interpretar en escena sino incluso de decir, puesto que más bien parece estar pensado para una lectura silenciosa. Ricardo lo “dice” de una manera natural, un tanto poética, pero sin forzar su poeticidad natural. En cambio lo “baila” permanentemente, representando con sus movimientos corporales los del árbol, el viento, la lluvia y el entorno. Aunque Ricardo hace uso de recursos técnicos del ballet clásico, los integra tan bien al texto que en ningún momento la coreografía abruma a la voz. Un banco de madera oscura representa el árbol en este caso, y también sirve de silla, de maleta, y hasta de una especie de personaje. Ricardo solo usa un sombrero de paja de ala ancha, que le sirve también de complemento escénico (por ejemplo, en un momento representa un nido).

En otro contexto escénico, “El último” tiene algunos ribetes cómicos, pero muy discretos; los personajes enfocados (el hombre que está en escena y su interlocutora invisible) son creíbles y no caricaturescos. Inclusive despiertan ternura y el espectador acompaña las vivencias del personaje de modo natural y espontaneo. Una experiencia muy valorable para quienes asistimos y gustamos esta reconversión de Ricardo, que esperamos se repita.

Por otra parte, no puede dejar de señalarse un agradecimiento especial a Ernesto Michel, que desde hace décadas, con su Fray Mocho, es un hito central en la historia del teatro independiente porteño, al qeui aporta un alto nivel cultural y artístico. ¡Felicitaciones!

Celina Hurtado

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