Dos sonetos para el Viernes Santo
José María Castiñeira de Dios
Jesús en la Cruz
Me duelen tus rodillas y tus manos
clavadas sobre mí, me duele el peso
de tu cuerpo cayendo hueso a hueso
y gota a gota sobre mis hermanos;
y me duelen tus gritos
sobrehumanos,
y ese morirte solo, solo y preso
de tu propio dolor, mientras te beso
con mis renunciamientos cotidianos.
Te miro y sólo veo mi amargura.
Estás allí, casi desarbolado
Como la copa de la noche oscura.
Yo sé que estás, aunque no puedo
verte,
Mientras cuelgas tu amor crucificado
Y soy todo una cruz para tu muerte.
* * *
Soliloquio
del autor en Jerusalén
¿Y fue aquí la tortura, la
humillación, el peso
de la cruz infamante?, ¿fue aquí,
sobre esta vía
de piedra, que tu cuerpo lacerado
subía?
¿fue aquí donde te llevan hacia el
Gólgota, preso?;
¿Y fue aquí, en estas piedras,
donde tus ojos viran
hacia el dolor más hondo?; ¿fue
aquí y en este punto
donde arrastras tu pena mientras
todos te miran?;
¿Y fue aquí donde ahora, cuando tu
vida acaba,
mueres para salvarme a mí?; ¿fue
aquí, fue aquí?, pregunto.
Sé que fue aquí. Lo sé porque yo
estaba
No hay comentarios:
Publicar un comentario