La mujer y el cuidado de la naturaleza
Celina Hurtado
Se ha dicho
reiteradas veces, a lo largo del tiempo, que la mujer tiene una sensibilidad especial para el cuidado de
la vida, no sólo como madre, sino también como maestra, enfermera, acompañante,
psicóloga, psicopedagoga…
No extraña entonces
que desde los ámbitos reflexivos feministas se haya llamado la atención sobre
el papel que ha cumplido la mujer, durante siglos o milenios, en el cuidado de
la naturaleza. Desde su trabajo como agricultora, artesana, sacerdotisa, la
mujer ha cuidado el equilibrio del entorno, y ha sido sensible a los ritmos
naturales, del día y la noche, de las estaciones, de la siembra y la cosecha, y
ha custodiado los lugares sagrados vinculados a la naturaleza. La actual corriente del ecofeminismo recoge toda esta larga tradición y le da forma
teórica, enunciando algunos principios que en realidad no son nuevos, sólo lo
son en su redacción. Al contrario, reflejan el sentir de sociedades más
equilibradas y más amigables con la naturaleza que las nuestras actuales.
En una apretada
síntesis, el ecofeminismo es un mix entre el feminismo antipatriarcal anterior
y la ecología profunda (Deep ecology).
Sus postulados teóricos pueden ser nucleados en tres grandes ejes.
1) El desplazamiento de la “madre tierra”. El ascenso del punto de vista androcéntrico y patriarcal ha desplazado
la reverencia a la tierra como “madre” y dadora de vida (personificada en
diversas diosas de la antigüedad desde el paleolítico inferior). Se ha señalado
al respecto el papel legitimador de dos mitos muy arraigados en la cultura
occidental: el mito hebreo del paraíso perdido (el relato de la caída en el
Génesis) y el mito griego de la “edad de oro” (anterior al robo del fuego y la
apertura de la “caja de Pandora”). En ambos se sugiere la existencia de una
edad idílica, más o menos identificada con la época paleolítica inferior de las
sociedades recolectoras, en que el hombre no tenía más que recoger los frutos
que la naturaleza le ofrecía, cual madre bondadosa, época que terminó con el
surgimiento de las primeras civilizaciones urbanas y del patriarcado. Algunos
ecofeministas, sin embargo, señalan el
peligro de asumir la idea de una “naturaleza originalmente paradisíaca”,
provocando intentos infructuosos de una
vuelta imposible. Pero en cambio es común a todos la denuncia de que estos
mitos legitimaron la “culpa” de la mujer por la pérdida de la idílica situación
originaria, justificando el estado de sometimiento –tanto de ella como de la
naturaleza– al poder transformador masculino. La desacralización de la tierra,
así como la marginación de sus sacerdotisas, produjeron un cambio en la
percepción de la naturaleza, y un modelo de acción de tipo depredatorio y
explotador.
La forma más
consensuada de superación es la adopció de la “hipótesis Gaia” propuesta por
los biólogos planetaristas James Lovelock y Lynn Margulis, según los cuales la
tierra no es una roca muerta cuyas condiciones
químicas permiten a las plantas y los animales vivir en su superficie,
sino que el planeta Tierra, como un todo, incluyendo sus mares, suelos y
atmósfera, opera como un sistema orgánico de retroalimentación biológica.
Entender la evolución de la tierra y la sustentabilidad ecológica, es entender
este sistema total de la Tierra como un todo orgánico viviente en acción
autobalanceada consigo mismo.
2) La victoria de los “dioses uránicos”. El cuidado del ciclo vital de hombres, animales y plantas, propio de
las mujeres en las culturas antiguas, ha sido reemplazado por otras ideas personificadas
en los dioses uránicos (la guerra, la conquista, la recompensa individualista
en ésta o en otra vida, etc.). Si bien éste es un punto interesante, las
investigaciones históricas y antropológicas están sólo en los comienzos. Un
tema de análisis en la agenda es el estudio del apuntalamiento socioeconómico
de la identificación de la mujer con la naturaleza, de tal modo que la
“colonización” de una simboliza la otra en forma recíproca. Algunas economistas
del Tercer Mundo, como Vandana Shiva en la India, han comenzado a investigar,
detectar y exhibir relaciones concretas entre el simbolismo de la mujer como
naturaleza y los roles concretos de las mujeres, reducidas a las labores
agrícolas y domésticas. Autoras del Primer Mundo, como Rosemary Radford Ruether,
consideran esencial no detenerse en las
conexiones simbólicas sino que es preciso detallar estos nexos
socio-económicos, condición necesaria para pensar alternativas que realmente
transformen la cultura de depredación.
3) El ejercicio del “poder sobre”. El cambio cultual apuntado en los dos puntos anteriores a determinado
un modo de relacionarse con el otro (hombres o seres naturales) en términos de
dominación o de “poder sobre”, relación predominante en las relación actuales y
que el ecofeminismo propone reemplazar por relaciones de “poder con” y de
“poder entre”, es decir, por formas de solidaridad.
Ecofeminismo latinoamericano
Aunque el
ecofeminismo, como dirección dentro de la ecofilosofìa, tiene una aspiración
universalista; como ésta misma a través de sus principales exponentes que
tuvieron en cuenta situaciones concretas, se orientó desde sus comienzos en el
mismo sentido que el feminismo, en cuanto a relacionarse con algunos
movimientos de ideas con los cuales tenían puntos de interés teórico y práctico
en común. En América Latina sobre todo a corrientes anteriores y ya arraigadas:
la filosofía y la teología de la liberación. Ello se debe fundamentalmente a
que el feminismo latinoamericano, a su vez, se ha vinculado estrechamente a
estas corrientes y sus temas se han conjugado alrededor de cuestiones relativas
a la praxis concreta de liberación.
En líneas
generales, el ecofeminismo latinoamericano asume los puntos teóricos y
programáticos básicos del ecofeminismo del Norte, ya señalados, asumiendo que
la dominación de la naturaleza y de la mujer son paralelas y que no revertirán
aisladamente. Este es, por lo tanto, el supuesto básico del ecofeminismo
latinoamericano En la construcción de este ecofeminismo ñatinaomericano debemos
mencionar los nombres de Judith Ress, Ivone Gebara, Coca Trillini, Alcira
Agreda, Gladys Parentelli, entre otras.
Aunque con matices
personales, podría decirse que el ecofeminismo latinoamericano presenta los
siguientes postulados básicos:
1º. Retorno a las cosmovisiones autóctonas, en general ctónicas, yendo más allá de las cosmovisiones heredadas de
la colonización y proponiendo una mueva ética
para pensar tanto las relaciones humanas entre sí, como las de los
hombres con los seres no humanos.
2º. El ecofeminismo como praxis de liberación, no sólo de las mujeres, como es la propuesta del feminismo general,
sino de toda la humanidad y de todos los seres viviente que comparten esta
“casa común” que es la tierra.
lgunas obras básicas de ecofeminismo
María José Agra
Romero (comp.) Ecología y feminismo, Granada, 1998
María Mies y
Vandana Shiva, Ecofeminismo. Teoría,
crítica y perspectivas, trad. del inglés Mireia Bofill (caps. 1-5), Eduardo
Iriarte (caps. 6 y 10) y Marta Pérez Sánchez (caps. 7-9) Barcelona, Icaria Ed. 1997
Carmen Nuévalos,
Vicente Bellver (coord.) Una mirada
diferente. La mujer y la conservación del medio ambiente, Valencia,
Edetania Ediciones, 1999
Hugo Saúl Ramírez
García, Biotecnología y ecofeminismo. Un
estudio de contexto, riesgos y alternativas, Valencia, 2012