Nota sobre En un mar de luto
En
el teatro El Portón de Sánchez, todos los domingos a las 20 hs y hasta durante fin de abril, se presenta la obra En un mar de luto, con texto de García
Lorca y el siguiente el siguiente plantel de producción:
- Actores: Marcelo
Bucossi (Bernarda Alba), Lucas Galván
(Adela) Marcelo Rodríguez (Poncia)
Gustavo Reverdito (Angustias), Daniel
Toppino (María Josefa) Ariel Haal (Martirio), Juani Pascua (Amelia), Pablo Mingrino (Vecina y Mendiga), Miguel Ángel
Villar (Criada), Juan Zenko (Prudencia)/
Luis Cardozo (Magdalena).
- Música en vivo: Agustín Giganti.
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Asistente de Dirección: Ana Pasulevicius.
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Asesoramiento Artístico: Marcelo Bucossi.
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Dramaturgia y Dirección general: Alfredo Martín
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Escenografía: Ariel Vaccaro
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Iluminación Ricardo Sica
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Vestuario: Alejandro Mateo
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Fotografía y video: Ignacio Verguilla.
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Diseño de objetos y Gráfica: Gustavo Reverdito.
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Entrenamiento corporal: Armando Schettini.
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Asesoramiento teórico: Estela Castronuovo.
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Asesoramiento musical: Pepa Luna.
-Cantantes:
Agustín Giganti y Marcelo Rodríguez.
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Prensa y difusión: Paula Simki
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García
Lorca escribió La casa de Bernarda Alba
en 1936 y en ella refleja su inconfundible estilo y su espíritu inconformista, que, como en
otras obras pero particularmente en ésta, desarrolla el núcleo dramático
irresoluble inicial hasta llegar a un trágico final que presagia el suyo
propio, igualmente trágico, dos meses después.
Es
consenso –que comparto– de los críticos
y analistas de la obra, que ella no se limita a denunciar el autoritarismo
castrador familiar, sino que su trama en lo esencial refleja el proceso de todo
autoritarismo. Puede resumirse en las palabras de Bernarda: “Aquí [en esta
casa, en esta ciudad, en esta empresa, en este país … –y si fuera posible– en este mundo] se hace lo que yo digo”. La comprensión de este mensaje universal e intemporal
no obsta a una cuestión conexa: toda lectura de una obra implica una
hermenéutica, se mueve en un círculo hermenéutico (como decía Heidegger) y a
esa interpretación no le caben las categorías de verdadero-falso. Como bien
explica Gadamer, no hay “interpretación verdadera”. Con todo, interpretar una obra luego de casi
un siglo de escrita y en contextos muy diferentes en todo sentido, presenta
dificultades propias, y cada repositor goza, en cierta manera, del privilegio
de poder prescindir sin tapujos de ciertos recaudos que habitualmente se tienen
cuando la reposición es coetánea al estreno y sobre todo si el autor vive. También, por otra parte, tiene sus riesgos,
porque no puede aferrarse a ninguna “intentio
auctoris” o procedimientos similares que ponen cierta sordina a las
críticas.
En
este caso, el director ha optado por una reposición que podría calificarse de
inesperada, aun cuando, como se ha dicho (y lo dice él mismo en una nota a la
que tuve acceso) en cierto modo se inspira en los problemas con visión de género
que trabajan sobre todo las filósofas feministas, en las que en cierto modo se apoya.
Pero no es una reposición que modifique (ni textual ni interpretativamente) una
palabra del texto. Sólo que es un texto representado por varones, no
disfrazados de mujeres, ni siquiera autopercibidos mujeres (aunque se podría interpretar,
aunque tal vez forzadamente, como una puesta “trans”). Simplemente un elenco
totalmente varonil representa al elenco totalmente femenino del original, pero
con sus voces y sus modales masculinos Se produce así un “mix” de géneros, algo
que ha sido, según afirmación propia, la intención del director.
No
voy a analizar en detalle la interpretación ni otros aspectos de la puesta,
porque ésta no es propiamente una nota crítica, sino reflexiva. Pero sí quiero
destacar también la originalidad de la conducción de los actores, que presentan
una notable homogeneidad, tanto en sus movimientos como en sus voces y gestos. Uno de los intérpretes, Pablo Mingrino, en
una comunicación personal, explica que el director ha cuidado hasta el último
detalle interpretativo, por lo cual se da esa coincidencia y homogeneidad que
percibe el espectador. Además, dice, se ha cuidado también de la misma manera
cada gesto (para lo cual los actores practicaron con los asistentes que registra
el programa) desde las posturas para que los trajes acompañen, así como las
caídas y gestos de la pelea, e incluso el uso y manejo de los abanicos, que
también guardan idénticos movimientos, dando a toda la puesta un aspecto
coreográfico.
Destaco
la escenografía, que no sólo tiene el sentido circular que metafóricamente apoya
al texto (esto ya lo han señalado los comentarios) sino que, a mi juicio, tiene
tres características que le dan valor propio: es laberíntico aunque sólo como
insinuación (acompañando el laberinto emotivo de los personajes); por eso determina también movimientos actorales
aparentemente erráticos (laberínticos en cierto modo) y es multiuso (sirve de
pared, de asiento, de cama) lo que permite una actuación realista (en esos
aspectos) con una escenografía minimalista y abstracta.
Destaco
también el vestuario, con reminiscencias monacales, con cierto aire de rudeza
propio de las vestimentas campestres y con insinuantes giros de sentido en los
de la criada y la madre cuya aparición es a la vez dramática y desopilante (parece
raro, pero es así, al menos así lo percibí). Pero incluso estas vestimentas, en
tonos de blanco-grisáceo, no alteran la visión de una puesta en blanco y negro,
incluyendo el blanco de la ropa interior para dormir y acompañando a la
escenografía. Sólo como excepción aparece un rojo en la ventana del cuadro
final, en el fondo lateral derecho, como culminación y en cierto modo también
desafío al autoritarismo bicolor, representado en la fuga de Adela, fuga que
acepta hasta sus últimas consecuencias: la fuga decisiva de la muerte, en ese
espacio donde ya no reina el poder de su madre.
En
síntesis, una reposición original, que da para pensar, para opinar y para
discutir, tanto en lo literario como en lo filosófico, cultural y ético-social.
La resonancia de esta puesta y esta percepción de la obra, que ya lleva tres temporadas
en cartel, con lleno de sala, es una muestra de su potencia convocante.